HASTA
PARA MORIR HAY QUE TENER SUERTE
Esta era una frase que solía decir mi madre y paradójicamente, encierra una gran verdad (ella
murió de un infarto con 65 años). El mes de
Junio portó la muerte de dos compañeras
enfermeras jienenses, Miguel Gallego Milla y
Eloisa Sara Madico Rus. El primero, joven,
conocido y profesor de la Escuela de Enfermería
de la Universidad de Jaén; su edad (41) y su
vitalidad es algo que sesgado de pronto, nos ha
conmocionado a todos y nos ha impresionado en
exceso.
El Tanatorio el día de sus responsos e incineración
fue un continuo sollozo y una respuesta a lo que
había sido su vida de generosidad y empatía
hacia sus amigos, alumnos y familia. Miguel era mi
primo y jamás le olvidaremos. ¡Brindemos por él,
por supuesto!.
A Eloisa Sara Madico Rus yo personalmente no la
conocí, pero la historia de su vida y de su
muerte, pincelada tristemente por una amiga suya
en los pasillos de uno de nuestros Centros una mañana
de Julio, la sinceridad de su relatora y a la vez
su indignación, la verdad que reflejaban las
palabras de esta compañera, me impresionaron : la
vida y sus relaciones personales no la trataron
bien; mujer muy culta y excelente profesional que
fue quebrando su trayectoria paralelamente a su
vida tortuosa. Apostó por la adopción de un hijo
"problemático" en el que volcó el amor
que se le había escapado y apostó hasta que ya
no tuvo fuerzas.
Trabajadora durante más de treinta años de los
servicios de Quirófano y UCI del "Ciudad de
Jaén" consiguió, en la excentricidad y
aislamiento al que se condenó, al que la
condenamos, que hasta su cuadro en última
instancia fuese también fruto de esos
cuestionamientos en su asistencia y en el servicio
de Urgencias...
Una septicemia consecuencia de una escara
posterior a una osteosíntesis quirúrgica fue lo
que la arrebató su último hilo de vida, esa que
tan mal la trató y que aún en esos momentos y en
el SUH encontró dudas y reproches ante lo que
ellos consideraban un "cuadro banal de
fiebre" con posibilidades de resolución en
domicilio: murió al día siguiente cuando estaba
a punto de jubilarse...
Me cuenta Margarita que el Tanatorio estaba solo,
no había compañeros, no había nadie que fuera a
despedirla cuando desde hace ya años todos
dudaban de su equilibrio y competencia.
La muerte no trata a todo el mundo igual, está
claro, las consecuencias son las mismas, las
reflexiones que nos provoca no. ¡Hasta para morir
hay que tener suerte!, y nosotros, enfermeras de urgencias y
emergencias que tantas veces nos encontramos ante
esta situación, debemos entender todo el cortejo
y saber dibujar todos los colores que ésta
encierra para saber estar a la altura de las
circunstancias. La muerte, cada vez lo tengo más
claro, se dibuja en cada persona, en cada familia
y en cada colectivo de una forma peculiar y
particular, hay incluso quien canta a los cuatro
vientos "que se es el novio de la
muerte", y la verdad, ante su presencia, casi
todo termina valiendo.
Descansen ambos en Paz, por su trabajo y por el
hecho de ser compañeros y amigos, seguro que
todos estamos en deuda.
Antonio J. Valenzuela.
Enfermer@.
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