SEGUNDA ÉPOCA
Nº12 Marzo - Abril de 2010 

Editorial

 

¿Pero, cómo se pierde la centralidad del enfermo?.....

Con esta interrogante pausábamos nuestra última Editorial, sin avanzar en las causas que, a nuestro juicio, puedan encontrarse en los orígenes de que, en cierta forma, la centralidad del enfermo, se haya perdido en nuestros sistemas y dispositivos de atención sanitaria.

Si intentásemos una aproximación a dichas causas, tendríamos que considerar como algunas de las más significativas, tendríamos que encontrarlas en todas aquellas actuaciones que se suelen derivar del egoísmo personal, de los intereses personales, grupales, corporativos, etc., y, de forma muy destacada, de la rutina, de las desmotivación, del desencanto, de la desilusión, de la desesperanza y, entre otras muchas “des”, de la desvalorización y el desamor.

Tampoco conviene olvidar nuestros propios miedos, esa barrera que de forma inconsciente levantamos entre nosotros y el enfermo. Una barrera cognoscitiva y afectiva que nos hace huir o impermeabilizarnos ante del dolor y el sufrimiento, y a refugiarnos en nuestro oficio, o en nuestra profesionalidad.

Porque, en cuanto seres humanos, somos portadores de valores, pero también portadores de carencias y estas carencias, llevadas a la consideración de lo que la asistencia sanitaria y, de forma singular, la que se presta en nuestros hospitales, es y significa, nos lleva a concluir que el hospital «también tiene sus propias enfermedades» y, a veces, lejos de ser un lugar de encuentro y de sanación humana, se convierte en un lugar desprovisto del necesario calor humano que le haga cumplir con la noble misión de “hospedar al ser humano sufriente”, es lo que ha dado en llamarse las “PATOLOGÍA DEL HOSPITAL”.

Una de las características que para cualquier persona medianamente avezada, puede significarle el contacto con la realidad del medio ambiente hospitalario-sanitario, es el poder percibir como existe un generalizado ambiente de malestar.

El proceso de atención sanitaria se basa en una relación singular, una relación biunivoca, enfermo-personal sanitario. Una relación que se enmarca dentro de un contexto específico y singular –el contexto hospitalario- y que se encuentra condicionada por una situación en la cual una de las partes, tiene una necesidad vital y la otra tiene el poder del conocimiento que puede facilitar el poder de satisfacerla. Esta situación, además se ve fuertemente condicionada por una visión que sitúa al poseedor de la necesidad –el ciudadano- en el centro de la organización, lo cual establece que los profesionales se vean impulsados formal y legalmente a contemplar la necesidad de dar respuestas de calidad a los usuarios si bien no siempre disponen de los medios y recursos necesarios para tal fin.

En esta relación asimétrica que constantemente se produce en el medio ambiente hospitalario se caracteriza por la interacción de tres factores fundamentales:

  • La personalidad de los actores: enfermo vs personal sanitario

  • La situación específica: enfermedad vs trabajo

  • El ambiente físico y social: hospital vs centro de trabajo

Es obvio pensar que este tipo de relaciones tan singulares la situación de estos factores influye de manera poderosa en las actitudes y los comportamientos influenciando, de manera decisiva las relaciones interpersonales de ambos.

Por una parte, el enfermo espera una atención integral (no solo biológica, sino también psicológica, social-familiar y, en su caso, espiritual); una atención de calidad, eficiente y humanizada que tenga en cuenta sus necesidades específicas.

Por parte del profesional sanitario sus expectativas y demandas son las de ver satisfechas sus expectativas profesionales, laborales, económicas y de reconocimiento, contar con los recursos suficientes para hacer su trabajo de una forma eficiente y recibir las compensaciones morales y económicas por ello.

Sin embargo, la realidad nos muestras que con harta frecuencia, estas expectativas de ambos sectores, no se ven cubiertas por infinidad de circunstancias y limitaciones. Esto genera la existencia de un sentimiento de malestar general que se traduce, en muchas ocasiones, en una serie de actitudes de desencanto y pesimismo, y unas serias situaciones de déficits emocionales que generan, con frecuencia, posturas encontradas de enfrentamiento, de crisis y actitudes defensivas.

Si analizamos esta situación desde ambas vertientes, podemos encontrarnos:

a) Desde la visión del ciudadano:

La existencia de un empobrecimiento de las relaciones sanitarias con el enfermo. Lo que se traducen en la constatación de que se produce:

  • Una despersonalización de la asistencia.

  • Una desatención de las necesidades emocionales.

  • Una comunicación insuficiente, e inadecuada.

  • Una desconsideración hacia los valores de los pacientes

  • Una ausencia de calor y de trato humano.

Consecuente con todo ello, se produce una pérdida de la confianza y autoestima por parte del enfermo, lo cual se traduce, a su vez, en:

  • Sentimientos de soledad, tristeza, miedo, desconfianza.

  • Actitudes “a la defensiva”.

De igual forma se experimentan carencias de espacios y ámbitos respetuosos para los grandes momentos de la asistencia sanitaria, que se traducen en:

  • Inadecuación o carencia de espacios para el moribundo y su familia.

  • Para una información respetuosa ante noticias difíciles.

  • Para la espera de enfermos de especial gravedad.

Las deficiencias en la gestión sanitaria, generalmente debida a una falta de competencia de muchos gestores, conlleva situaciones de:

  • Carencias de recursos materiales y humanos.

  • Carencias de infraestructuras.

  • Percepción de que se gasta en elementos superfluos (gestión “de escaparate”) en lugar de invertir en elementos necesarios para el personal y los enfermos

En este sentido es preciso ser conscientes de que las necesidades sanitarias son mucho más elevadas que los recursos disponibles para satisfacerla, pero una misión esencial del Hospital es la distribución justa y equitativa de estos recursos sin que se produzcan desviaciones que perjudiquen a los más débiles que siempre son los propios enfermos y, en segundo lugar, los llamados “profesionales de base”.

Todo esto conlleva, finalmente, la pérdida del legado humanista de las Ciencias de la Salud, que se refleja entre otros aspectos en:

  • Olvido o ignorancia de los elementos de humanización de la asistencia sanitaria.

  • Olvido o ignorancia de los elementos fundamentales de la bioética.

  • Preponderancia en la demanda de incentivos “económicos” por encima de los incentivos intrínsecos de las profesiones sanitarias.

b) Desde el punto de vista de los profesionales

Cuando nos situamos en el lugar de los profesionales, la situación más preocupante que se distingue es un alto riesgo de burn-out profesional que se traduce en:

  • Incrementos del absentismo.

  • Déficit de implicación de los profesionales.

  • Imperio de “Radio-Macuto”.

  • Desmotivaciones intrínsecas.

  • Descuido de las “pequeñas cosas”

Si profundizamos en este análisis nos encontramos con actitudes de “prácticas defensivas”.

Y si se profundiza aun más, ya nos encontramos con toda una serie de situaciones inquietantes: pérdida de la autoestima, desaliento, estrés y, en ocasiones, algo especialmente preocupante, la aceptación pasiva de prácticas deficientes.

Intentando buscar posibles causas a esta situación, no es difícil ver como existe una tensión entre lo que se nos exige y la responsabilidad que se nos otorga y la autoridad que tenemos.

Esta descompensación entre exigencias-responsabilidad y autoridad, tiene un fruto inmediato que es el descontento y el cansancio,

Estos sentimientos nos van a conducir irremediablemente hacia actitudes, en ocasiones agresivas, que suelen dirigirse, unas veces hacia los usuarios, hacia los compañeros o, incluso, pueden llegar a veces hasta nuestras propias relaciones familiares.

Es entonces cuando se percibe la aparición de una serie de síndromes como son el síndrome del desaliento, “pasar de todo”, el ir con prisas, o ese tan popularmente conocido que es el de “estar quemado”.

Esta situación es objetiva y es una de las causas principales de mucho del estrés que padecemos además existe un elevado grado de conciencia de que existen “mas jefes que indios”, que impera la “dedocracia revestida de “democracia”, que se cambian las ordenes constantemente sembrando el desconcierto, que faltan estímulos e incentivos, que se dan cargos a “los mas leales y no a los mas capaces”, etc.

La situación sin pretender teñirla de tintes dramáticos es preocupante.

Ante esta situación el profesional se pregunta ¿qué va a pasar con nosotros?.

No podemos promover culturas como la del “sálvese quien pueda”. Tampoco el “pasotismo”, la indiferencia, ni ninguna otra actitud que no tengan en cuenta que, a pesar de todos, esta es nuestra sociedad, esta es nuestra profesión y estos son valores que es preciso reconducir.

Por parte de muchos sectores profesionales se viene preconizando la necesidad de establecer mecanismos que nos ayuden a convivir con una realidad, que solo merced al esfuerzo de todos, podremos cambiar, pero cuyo cambio no es fácil y que, a pesar de todo, muchas soluciones están en nosotros mismos y es preciso buscarlas.

Es absolutamente necesario la búsqueda de las satisfacciones emocionales que se pueden alcanzar en gran parte a través de las relaciones personales.

El equilibrio emocional, juntamente con la salud mental que le es propia, facilitará, sin duda, desde la libertad, el afrontar problemas que desde el estrés, el desaliento y los deficientes estados emocionales nunca será posibles.

Las profesiones sanitarias, todos lo sabemos, son profesionales con un alto nivel de desgaste, tanto físico como anímico. Son profesiones donde se suele conjugar con mas frecuencia el verbo “dar” que el verbo “recibir” o, al menos, se tiene esa sensación y muchos profesionales se “vacían” dando y aunque a pesar de que haya quienes piensen que también se recibe, es indudable que hay que pensar que no siempre todos los profesionales tienen la clara concepción de que reciben todo aquello que debieran por su trabajo, bien sean unas veces elementos materiales y otras veces elementos puramente espirituales o de satisfacción.

Como consecuencia de estas y otras situaciones, los profesionales sanitarios se suelen encontrar con serias situaciones de riesgo emocional, presentan sentimientos de indefensión, sobreimplicación, inundación de problemas, sensaciones puntuales de ansiedad y depresión, abatimiento, respuestas de evitación, irritabilidad, cambios en el sentido de la vida, cambios en las conductas de riesgos, disminución del nivel de tolerancia y de competencia en el trabajo, todo lo cual lleva a establecer síntomas de estrés ocupacional o el muy conocido “Síndrome de Burn-out” que en realidad lo que hace es dar nombre a una serie, grave e importante situación de desgaste emocional y de una patología de salud mental.

Es lógico pues que cualquier organización sanitaria, con un mínimo de sensibilidad, tiene que plantearse esa cuestión que es el eje central de nuestras reflexiones: ¿Quién cuida a los cuidadores?

Esta es la interrogante que se formulan los profesionales sanitarios que, no lo olvidemos, además de profesionales sanitarios, también son seres humanos, con todo lo que ello conlleva, sin embargo se les exige, en muchas ocasiones, comportamientos que casi raya con la heroicidad, olvidándose con cierta frecuencia de que ni son héroes, ni tampoco son dioses.

Y esta situación tiene un punto de gravedad que es preciso no olvidar, en la relación interpersonal entre el enfermo y los profesionales sanitarios, como en cualquier relación, aparecen elementos de conflictos, es preciso tener bien claro con qué parte de nuestra personalidad nos enfrentamos ante el otro, porque las relaciones entre los elementos del sistema sanitario no son, ni mucho menos, las que todos entendemos debería ser, es preciso recuperar el concepto de “humanitas” descrito por Cicerón: Ese espacio donde se hace posible la aparición y el desarrollo del ser humano.

Es preciso recuperar para las profesiones sanitarias el concepto humanista que siempre las caracterizo y definió.

Para ello es necesario una apuesta fuerte por la formación y por la profundización en los aspectos básicos de las relaciones interpersonales, también por la búsqueda de gestores honestos, competentes, cuya principal objetivo sea en todo momento la búsqueda de la justicia, la equidad, el bien del enfermo y la defensa de los profesionales.

Todos asumimos que la época que nos ha tocado vivir, es una época de cambios y de crisis; y la historia nos demuestra que solo las sociedades que han profundizado en las personas y en sus derechos son las únicas que han sobrevivido a las crisis económicas y sociales.

Esa preciso considerar que un buen plan para superar estas crisis y disfrutar de la existencia que vaya mas allá de la supervivencia, es “ser personas”, y ejercer de tal, sin olvidar que esta concepción debe recorrer todo el complejo entramado de las relaciones sanitarias alcanzado su punto de mayor responsabilidad en aquellos que, precisamente, detenta la responsabilidad de la “gestión de personas”, porque no debemos olvidar que la forma en la cual se gestiona el capital humano tiene una influencia definitiva en la forma en la cual este capital se implica, se relaciona y se compromete con las misiones, visiones y valores de la organización.

Este creemos que debe ser el camino, y para trabajar este camino, se hace necesario que cada profesional, ocupe el lugar que ocupe dentro del sistema de salud, asuma el compromiso personal de posicionarse ante aquellas situaciones que puedan suponer desviaciones del objetivo central que todo sistema sanitario debe buscar y promover: la defensa del valor de la vida, con especial énfasis en la de los más débiles, desasistidos o indefensos, nada debe primar por encima de este valor, ni intereses, políticos, sociales, de grupos o personales.

Otras visiones diferentes a estas solo nos alejarán del verdadero sentido que debe tener la concepción humanista de las ciencias de la salud y cuando tanto se preconiza y difunde la idea del paradigma de la medicina o la enfermería basada en la evidencia, desde esta vertiente humanista y humanizada de las Ciencias de la Salud, tal vez deberíamos formular otro paradigma que debería considerarse: el de la 'medicina o la enfermería basada en la afectividad”.

Con esta hermosa utopía la SEEUE, como Sociedad comprometida, ante y todo y sobre todo, con la calidad y la calidez humana de los profesionales de enfermería que prestan sus servicios en esas “unidades de frontera” que constituyen las Urgencias, seguiremos trabajando, desde estos principios y valores, por hacer verdad el sueño, de cuidar con seguridad y calidad”, no solo científica y experiencial, sino ante todo y sobre todo, de forma: humanizante, humanizadora y humanizada.


COMITÉ EDITORIAL

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DIRECTOR:  Luis Miguel González Flores 
DIRECTOR ADJUNTO: Domingo Muñoz Arteaga. 
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RESPONSABLE DE MARKETING E IMAGEN: Mª Dolores Sánchez Coello. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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